LORCA Y EL TIEMPO DOCUMENTAL ___________________________________________________________________________________________________
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Como director de escena, mi pretensión fundamental es preservar el texto original y transportar la narración a un análisis casi embrionario de sus posibilidades, descomponer su estructura dramática y la focalización de sus temas principales (opresión/libertad, clasismo, moral conservadora), examinar la belleza de su lenguaje y dotar a las imágenes de un carácter observacional y contemplativo, donde el ambiente sonoro y plástico de cada acto se alce por encima de los diálogos y de los maniqueísmos convencionales.
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¿POR QUÉ VER ESTA VERSIÓN DE "BERNARDA ALBA"?
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Precisamente, esta búsqueda de una reproducción expresiva de la realidad a través del silencio, de la captación del tiempo real –el tiempo en escena convertido en tiempo documental y, finalmente, en tiempo argumental de la historia- ayuda a trabajar una plenitud emocional basada en lo cotidiano. Los tres actos funcionan por separado como una ventana a la que el espectador puede acercarse como testigo de excepción, prescindiendo de las elipsis internas y de las entradas y salidas de escena injustificadas, para quedarnos con una acción envolvente que se despliega en tiempo real.

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En efecto, cada acto se desarrolla a lo largo de treinta minutos de acción ininterrumpida en un mismo espacio natural, en ocasiones vacío, y otras veces concurrente de actividades diarias: las mujeres barren el suelo y preparan la comida, toman el té, cosen el ajuar, tienden la ropa, etc., y conforman en bloque una ordenación similar a la de una jornada corriente: mañana, tarde y noche. El carácter fotográfico del montaje rompe los márgenes del blanco y negro y se lanza a la búsqueda de un retrato en movimiento donde conviven las sombras, los reencuadres de puertas y ventanas, los fuera de campo y el predominio de una luz natural destilada, el único elemento que se desliza por las habitaciones además del silencio. La música que hace trascender la emoción de las imágenes a la butaca del espectador está interpretada por nueve mujeres (y actrices) que con honestidad y talento descifran una partitura compuesta de incomprensión, pudor, hipocresía, secretos inconfesables y de la esperanza y bondad que surgen como ventana a los instintos más oscuros del individuo.